

David Iwasaki desarrolla en clave de humor muchos de los temas que nos rodean diariamente: desde política, economía, el estado de la televisión, el sexo... Su fórmula tiene mucho éxito y desde aquí se recomienda echar un vistazo a su bitácora.

Abdullah se sentó a la mesa a cenar y estuvimos hablando. El tipo, un fotógrafo afgano con más guerras en las espaldas que Napoleón, me lo dejó bien claro: «Este frente es jodidamente peligroso». El domingo apenas un centímetro le separó de la muerte. Un pedazo de la bomba que mató a 23 personas se le incrustó en el cuello, rozándole la yugular. Las heridas de kalashnikov con las que llegó a Irak debieron barruntarle el peligro como un reumático predice la lluvia. Kamaran, el traductor de la BBC que tenía 25 años, no tuvo tanta suerte. Murió desangrado después de perder las piernas en la explosión. Julio ayer, muchos kilómetros al sur, tampoco tuvo fortuna. Se encontró de frente con un misil iraquí. Suma y sigue. La guerra se toma su impuesto de sangre y muerte entre los que la cuentan. Accidentes, minas, disparos o esa chorrada del fuego amigo. Todos lo sabemos y es parte de la profesión. Pero es que esta guerra, ésta en particular, se está llevando a demasiados, ¿no les parece? El de hoy, más que un diario, es un desahogo y un homenaje a los que han caído. A esta gente que se deja la vida por contar lo que pasa. Espero que me disculpen la tristeza.
Por Sandra Rovira
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